El priísmo se transforma
Resultaría cuando menos apresurado redactar el epitafio del priísmo a partir de las elecciones de este domingo en una de sus sedes históricas, el Estado de México. Como institución e incluso como siglas y emblema podrá desaparecer el Partido Revolucionario Institucional, pero no la cultura política priísta que, así lo ha demostrado en distintas etapas críticas, es capaz de sobrevivir y remodelarse en organizaciones y personajes supuestamente adversos o enterradores de tal escuela de operación política: Vicente Fox Quesada y el panismo parecieron ser verdugos irremontables del partido tricolor en 2000, pero el ex gobernador de Guanajuato terminó tendido como alfombra al paso de Enrique Peña Nieto para regresar al PRI a Los Pinos y hoy Fox y el Partido Acción Nacional son aliados del citado PRI y lo ensalzan como opción; Andrés Manuel López Obrador asegura que hay un cambio de régimen y que la etapa del priísmo ha terminado, pero en su gabinete, en sus políticas y en la reconformación de gubernaturas mantiene personajes, políticas y prácticas que parecieran transfundir esencias de tres colores.
Los resultados electorales de este domingo confirman la longevidad de la escuela priísta en mención: el gobernador saliente, Alfredo del Mazo Maza, responsable de casi seis años de pésimo gobierno, con corrupción e injusticia al por mayor, entrega la plaza sin pestañear, casi contento, encaminado a recibir impunidad y un eventual cargo público (¿una embajada o consulado, al estilo del pago que ya se ha hecho en casos similares?), en un episodio que hace recordar similares momentos de “amabilidad” cedente por parte de Peña Nieto y José Antonio Meade.
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El Grupo Texcoco suplirá sexenalmente al Atlacomulco y Delfina Gómez, Horacio Duarte e Higinio Martínez tendrán oportunidad de cambiar en el Estado de México mucho más que la retórica y deberán suprimir la relación partido-gobierno que ha caracterizado al priísmo (recuérdese el caso probado y sentenciado en firme del uso de descuentos salariales a empleados del municipio de Texcoco para financiar actividades de Morena).
Morena regaló Coahuila
El nuevo partido hegemónico tiene ya sus satélites: uno de planta, el del Trabajo, y otro de itinerancia mercenaria, el Verde. En Coahuila fueron doblegados a última hora para retirar sus candidaturas a gobernador y “apoyar” a un Armando Guadiana que obviamente no reconoce ninguna ayuda en esa maniobra que, a juicio reiterado de esta columna, sólo pretendió apuntalar una “villanía designada” para tratar de adjudicar la responsabilidad de la derrota norteña a Ricardo Mejía Berdeja (saltimbanqui partidista) y Lenin Pérez Rivera, cuando fue Mario Delgado quien cumplió el encargo de dividir a la llamada 4T para facilitar la victoria de Manolo Jiménez, es decir, de Rubén Moreira y Miguel Ángel Riquelme.
¿El PRI subirá su cotización?
El PRI mantiene vida en Coahuila porque Morena se la regaló (¿intercambió?) y, con la victoria norteña y el acompasamiento mexiquense, crece su capital político por encima de Acción Nacional y aumenta su cotización rumbo a 2024, de tal manera que igualmente potencia la tentación de vender caro su amor aliancístico y ponerlo a subasta con el ávido comprador 4T.
En la fría báscula electoral, Morena agrega una pieza de mayúsculo valor, el Estado de México, a la colección de temporada, con sus tesorerías estatales para la guerra de 2024.
Con 22 gubernaturas (en ellas, Cuauhtémoc Blanco, por Morelos, y Ricardo Gallardo, por San Luis Potosí, como “externos” originales que terminaron siendo “4T”), la popularidad incluso creciente de López Obrador y una oposición pasmada (anuncian que el 26 de este mes definirán su método de elección de candidatura presidencial, mientras MC insiste en que no se unirá a PAN, PRI y PRD), todo apunta a que el mayor problema del partido guinda está en el procesamiento interno de su candidatura presidencial. ¡Hasta mañana!
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Edición: Ana Ordaz
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