La conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador fue la primera después de la entrega de la constancia de mayoría a quien será su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo. El hecho, según manifestó el mandatario, bastará para que termine su mandato “contentísimo” porque tendrá “la dicha enorme” de entregar la banda presidencial a una mujer, quien será la primera presidenta de México.
Independientemente de las características que López Obrador atribuyó posteriormente a quien ya tiene el carácter de presidenta electa, hay razones para considerar que la alegría del mandatario se funda en motivos que van mucho más allá de que el voto popular haya dado la victoria a Claudia Sheinbaum.
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La principal razón se encuentra en los números: Los casi 36 millones de votos que obtuvo la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia representan el 59.75 por ciento de los sufragios emitidos el pasado 2 de junio y la diferencia con su más cercana competidora, Xóchitl Gálvez, de Fuerza y Corazón por México, fue por más del doble. Si se considera que el proceso electoral de 2024 fue una evaluación del proyecto de nación que abanderó López Obrador en 2018, denominado la Cuarta Transformación, la aprobación es más que satisfactoria, pues tanto en números absolutos como en porcentaje, Sheinbaum consiguió un margen mayor al que logró el propio AMLO hace seis años.
Por otra parte, López Obrador se convertirá en el primer presidente que, en 30 años, consigue entregar la banda presidencial no sólo a alguien de su propio partido, sino a quien fue su candidata in pectore desde el primer momento. Carlos Salinas no pudo dejarle el cargo a Luis Donaldo Colosio, por el asesinato de éste; quien entró de relevo a ocupar la candidatura del PRI en 1994 fue Ernesto Zedillo, quien a su vez reconoció el triunfo del panista Vicente Fox en 2000; y si bien en 2006 se declaró vencedor al candidato del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, el favorito de Fox había sido Santiago Creel Miranda; Calderón, en 2012, devolvió la silla presidencial al PRI, dejándola en Enrique Peña Nieto, y éste finalmente cedió la Presidencia al actual mandatario.
Otro aspecto para fundamentar la alegría del mandatario es que el triunfo de Claudia Sheinbaum no llegó solo. De las nueve gubernaturas en disputa, Morena obtuvo ocho, refrendando la Ciudad de México y obteniendo también Yucatán, donde el partido guinda no había logrado más que algunas alcaldías y hasta cuatro diputaciones locales. Hoy, los escenarios estatales han cambiado de tal forma que los poderes legislativos tendrán una sólida presencia morenista y en varios casos habrán conseguido por lo menos la mayoría simple. Esto no será poca cosa cuando se trate de aprobar modificaciones a la Constitución, aunque para ello los legisladores federales deberán desplegar habilidades de negociación, pues no cuentan con la mayoría calificada.
Por último, queda la consideración personal del Presidente. Al establecer que no le puede pedir a Sheinbaum que continúe la transformación porque “ella es parte, protagonista, actora de este proceso de transformación, como millones de mexicanos”, y de nuevo calificarla como una mujer inteligente, honesta, “con mucha capacidad de gobierno”, y “sobre todo con autoridad moral y autoridad política”, en realidad la reconoció como interlocutora, más que como subordinada en el movimiento de la 4T.
La conferencia de este lunes puede interpretarse como el primer paso para la cesión del mando y el liderazgo tanto de la 4T como en el Ejecutivo federal, aunque en este momento sobran los escépticos que dudan que López Obrador renuncie al protagonismo que ha tenido en los últimos años. Por lo pronto, la cantidad de votos que respaldan a Claudia Sheinbaum significan algo que el Presidente sabe muy bien: cada sufragio abona a la legitimidad de Sheinbaum como jefa del Ejecutivo a partir del 1 de octubre y ella logró más que los que él en su momento. Claudia posee, hoy por hoy, el respaldo de la nación.
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