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Foto: Astrid Sánchez

Los estados peninsulares se levantaron este miércoles, tras el raspón propinado por el huracán Milton a algunos municipios costeros y cercanos a estos, sin grandes problemas ni pendientes de reparaciones en infraestructura carretera o marítima. También sin una cifra alarmante de decesos a causa del meteoro, salvo un hombre fallecido en Campeche tras intentar ayudar al resguardo de embarcaciones. Es, sin lugar a dudas, un triunfo de la cultura de la prevención, aunque hace falta mucho por andar para decir que se ha alcanzado la plena seguridad para la población frente a desastres naturales.

Puede decirse que hasta el momento la región la ha librado, considerando que ya fue impactada por Beryl, que no dejó mayores daños pese a haber alcanzado la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, y las aproximaciones de Helene, con categoría 4, y ahora Milton, que también alcanzó el máximo.

También se debe reconocer que la logística para trasladar a las personas de los municipios en riesgo de impacto hacia los distintos albergues ha superado las expectativas y cada vez se realiza de modo más eficiente. Al mismo tiempo se debe hablar del gran trabajo del personal de Protección Civil y de la Secretaría de Educación que en cuestión de horas logran convertir las escuelas en refugios. Aquí, aún es necesario que desde los gobiernos se activen los protocolos en el momento oportuno para decretar primero la suspensión de actividades escolares.

La desaparición de pescadores terminó en un susto, y por los motivos que se quiera, lo importante es que no hay mayores pérdidas de vidas qué lamentar. Lo que sí es cuestionable es que 1) una embarcación se haya encontrado en altamar durante el paso del huracán; como si esto fuera garantía de que podrán capturar más pulpos, ahora que es temporada; y 2) que el rescate haya sido organizado y realizado por otros pescadores, sin contar con el permiso de la capitanía de puerto para salir, y menos con apoyo de las corporaciones de seguridad. Se entiende que existe un protocolo para seguridad de todos los participantes en las operaciones de búsqueda y rescate, pero también es cierto que cada segundo cuenta, cuando se trata de traer de vuelta a seres queridos.

Queda entonces pendiente la reparación de daños y asegurar a la población que debió acudir a un refugio que podrá volver a sus casas, y que este retorno implique un trato digno. Resulta vergonzoso que el punto más golpeado de Celestún, el municipio más afectado por las bandas de Milton, sea una colonia de nombre “Cartolandia”, que resulta una hazaña lingüística por la enorme síntesis de las condiciones de miseria que contiene en sí mismo.


Ahora es momento de que las autoridades coordinen la reparación de lo dañado y programar las siguientes medidas de prevención, y lo deseable es que exhorten a la población a participar en ellas. Llamados a mantener limpios el frente de las casas y las rejillas colectoras pueden caer en saco roto en un primer momento, pero en colonias donde los vecinos ubican dónde se forman grandes charcos, es más probable que se consiga la participación. Las autoridades municipales tienen aquí una gran oportunidad de mostrarse como promotoras de la formación de ciudadanía.

La reparación de calles y carreteras requiere una intervención especializada. Lo cuestionable es que las vías sean reparadas y luego, apenas pasan unas cuantas lluvias, sea necesario reportar la reaparición de baches.

Por último, queda un desafío acorde a la preocupación por el medioambiente y el ya incontrovertible cambio climático: el nivel de los cuerpos hídricos. Si Campeche puede llamar a su población a estar al pendiente del nivel de los ríos Champotón, Palizada y Candelaria, esta misma entidad, junto con Yucatán y Quintana Roo, bien podría establecer un grupo de especialistas dedicado a la vigilancia del nivel de los mantos freáticos y al grado de contaminación del agua subterránea. En el caso de Campeche, el llamado a vigilar las margenes es por proteger vidas ante una posible crecida; para el resto de la región, que sacia su sed en los cenotes, se trata de establecer una tarea que contribuya a la prevención de enfermedades y a la mejora generalizada del estado de salud de toda la población.

Lea, de la misma columna: 'Huacho': nuevo estilo de comunicar

Edición: Fernando Sierra


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