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Nuestros compromisos con la trova (6)

Debemos aprender a proyectar el discurso literario más allá de los anecdotarios
Foto: Enrique Osorno

Había yo calculado terminar la serie con este artículo ofreciendo probables alternativas para un proyecto integral de puesta al día de la Trova Yucateca, pero se me había pasado entrar más a fondo en algo ya previsto en estas consideraciones, toda vez que debemos aprender a proyectar el discurso literario de la trova más allá de los anecdotarios que a veces terminan por desorientar tanto a los receptores como a los artistas emergentes. Vamos, pues, a la pulpa.

Peregrina, la canción icónica de la Trova Yucateca —junto con Caminante del Mayab—, fue escrita en 1922, el año más importante para la poesía moderna ya que en él se culminan o publican varias obras emblemáticas que transformaron definitivamente la lírica occidental, con libros como Tierra baldía (de T. S. Eliot), Elegías de Duino (de Rainer María Rilke) y Trilce (de César Vallejo); a nivel nacional aún persistían los influjos del modernismo de Nervo y Gutiérrez Nájera, aunque ya se advertían aires de frescura con López Velarde y las vanguardias habían irrumpido en Puebla meses antes con los estridentistas, prefigurando un tiempo rico en discusiones y polémicas que dieron pie a una renovación que buscaba incrustar a la literatura mexicana en el concierto de la universalidad, misma que se desarrolló con el grupo “Contemporáneos”, donde figuraron Carlos Pellicer, José Gorostiza y otros.

Simultáneamente, en Yucatán se verificaba la culminación de un proceso político que había comenzado en 1915 con la llegada de Salvador Alvarado, proceso que llevó a Felipe Carrillo Puerto a la gubernatura del estado, hecho que terminó trágicamente con el asesinato del prócer motuleño. Es claro que el carrillismo no transitó por aguas tranquilas: las oligarquías locales y sus socios transnacionales no se cruzaron de brazos cuando vieron afectados sus intereses y algunas facciones de la izquierda tampoco estaban plenamente identificadas con el líder de los ojos verdes. 

En junio de 1922, fecha aproximada en que fue escrita la letra de Peregrina, estalló en Yucatán una huelga de trabajadores propiciada por rencillas sindicales, lo que culminó con una derrota política para Carrillo Puerto.

¿Cómo conciliar, entonces, una circunstancia política violenta, compleja y radicalmente ilustrativa de las tensiones que circundaban al gobierno de Carrillo Puerto, con la mitología idílica que se ha desarrollado alrededor de una pieza que para los yucatecos es prácticamente un himno lírico de gran peso emocional?

Luis Rosado Vega contó (muchos años después) la anécdota que dio pie al texto que él escribiera: después de una lluvia primaveral, mientras Felipe Carrillo Puerto, Alma Reed, el propio poeta y otros personajes se dirigían a un convivio, la periodista norteamericana refirió el grato aroma de la tierra mojada, a lo que Rosado Vega respondió con una frase galante: “Todo huele bien porque usted pasa. Tierra, flores, quisieran besarla y por eso llegan a usted con sus perfumes…”, lo que estimuló a Carrillo Puerto a ordenar: “Eso se lo vas a decir en un verso…” y así, un par de días más tarde, el piropo se había convertido en canción. 

Esta referencia, sin dejar absolutamente de lado la posibilidad de ser cierta, tiene un problema serio porque esconde (no necesariamente de mala fe) el contexto en que la canción fue escrita. Uno puede adivinar, leyendo cualquier monografía, que Carrillo Puerto vivió su tiempo como gobernador en medio de amenazas constantes y de desconfianza hacia buena parte de lo que lo rodeaba y lo que cuenta Rosado Vega parece más bien un pasaje de novela rosa. El problema está en la estrategia narrativa que omite circunstancias contextuales de enorme relevancia, lo que evidencia la necesidad de ir más allá de lo anecdótico para entender las fortalezas y debilidades del discurso literario de la Trova Yucateca y así reconocer los ámbitos en los que tenemos que trabajar para buscar la mayor eficiencia en una urgente labor de rescate. 

Las anécdotas por las que se trata de explicar el origen de un texto casi siempre terminan por distorsionarlo y el mejor ejemplo de ello lo encontramos en Bésame mucho, de Consuelo Velázquez, cuya primera versión fue escrita cuando la jalisciense tenía 16 años y, según algunos, iba dedicada a su señor padre, lo cual, sin embargo, dio un giro curioso cuando emergió la versión definitiva cuyos contenidos parecieran moverse en los terrenos del erotismo. Así, cuando vemos que la canción tomó forma definitiva en 1940 y la relacionamos con el contexto de la Segunda Guerra Mundial, percibimos que las verdaderas coordenadas de la letra interpelan una manera de ver el amor siempre bajo el estigma de la fatalidad y la pérdida. “Bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez…” nos da la textura de cómo se amaba entre las amenazas de la muerte y la destrucción: el discurso no es erótico sino pesimista, lo que nos permite ver que, en el ámbito del análisis literario riguroso, el contexto siempre mata la insustancialidad de lo anecdótico. 

Los instrumentos del análisis del discurso demuestran que los buenos textos literarios son los que se proyectan más allá de la individualidad de su autor.


Edición: Fernando Sierra


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