Tener un hijo en la cárcel es un proceso doloroso, señala la reclusa Ilse Vianey

Desde el Cereso de Chetumal, la mujer de 28 años se prepara para despedirse de su segundo vástago
Foto: Joana Maldonado

Especial: Abanico de maternidades

Desde hace casi nueve años, Ilse Vianey purga una condena de 28 años de prisión por delincuencia organizada y delitos contra la salud. En un año deberá separarse de su segunda hija, Victoria, que en marzo cumplió dos años: legalmente, la menor sólo puede permanecer junto a su madre privada de la libertad hasta los tres años de vida. Ilse deberá volver a enfrentar el dolor y la tristeza de despedirse de un hijo, al que seguramente no verá otra vez hasta terminar su condena.

Apenas superaba la mayoría de edad cuando en 2012 fue detenida en Pánuco, Veracruz, de donde es originaria, junto con su entonces pareja. Fue llevada a Ciudad de México, en donde permaneció hasta su sentencia, y en septiembre de ese año fue trasladada al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Chetumal, en donde permanece sin una adecuada defensa, ni recursos para poder apelar a sabiendas de que la otra persona obtuvo su libertad hace un par de años.

Alejada de su familia, Ilse, de 28 años, ha pasado casi una década de su vida privada de su libertad, y aún sin entender de leyes, aspira a la libertad porque argumenta su inocencia.

Con el pasar de los años, Ilse conoció a un hombre al interior del Cereso, también privado de su libertad, con quien procreó a Alejandro, un varón que a los pocos meses fue entregado a una familia que Ilse conoció y luego a su madre; hace poco más de dos años, se convirtió en madre por segunda vez: una niña a la que llamó Victoria, por su hermano Víctor, que está en calidad de desaparecido desde octubre de 2017.

El padre de los niños fue trasladado hace tres años a un Centro Federal de Reinserción Social (Cefereso) con un grupo de más de 50 reos que encabezaba un autogobierno, por lo que han perdido el contacto. Sin familia en Chetumal, Ilse se prepara para dejar ir a su hija con su madre, que vive en Pánuco, uno de los municipios más violentos de Veracruz.

Los Ceresos, tanto el de Cancún como el de Chetumal, mantienen a la fecha un total de cinco niños que acompañan a sus madres privadas de la libertad. En 2015, la cifra era casi el triple: 12 niños y dos niñas; en 2016, eran nueve varones y tres niñas; un año después, se contaron tres niños y siete niñas; para 2018 la cifra se redujo a cinco niñas y un solo niño y en 2019 eran dos niñas y dos niños.

Actualmente Victoria es la única niña en el Cereso de Chetumal, en donde hay una población de 50 mujeres privadas de la libertad, por lo que ha sido una niña muy querida.

“Conmigo es muy berrinchuda, pero con el resto de las internas es cariñosa, a mí no me hace caso, pero a ellas sí”, cuenta Ilse entre risas. El pasado Día del Niño, el personal del Cereso, desde el director hasta las custodias, le dieron muchos regalos como muestra de afecto.

Victoria, como cualquier niña de su edad, disfruta de los cuentos de princesas y de regalo recibió una tiara.

La Ley Nacional de Ejecución Penal, en el artículo 10, que remite a los derechos de las mujeres privadas de la libertad en un centro penitenciario establece que éstas podrán conservar la guardia y custodia de su hija o hijo menor de tres años a fin de que puedan permanecer con ellos al interior.

Por tal motivo, Ilse ya alista la despedida de su hija antes de que cumpla su tercer aniversario, el 18 de marzo de 2022.

“Mi mamá vendría por ella, de hecho, tengo otro hijo que tuve aquí en la cárcel, en ese tiempo el director me dio permiso de tenerlo en el tiempo de lactancia de seis meses, y dos meses más. A él lo cuidó un matrimonio que conocí aquí, estuvo con ese matrimonio tres años, y después se lo dieron a mi mamá”, cuenta. Desde entonces no ve a su hijo, no recibe visitas y ni siquiera lo conoce a través de fotografías.

“Es mucho gasto, mi mamá tiene una niña de siete años, cuando vuelva a ver a mi hijo es cuando vengan por Victoria (…) no hay modo que yo vea cómo crece, solo sé que estará mejor con ella que con cualquier otra persona”, relata Ilse, aunque reconoce que en el Cereso la niña es atendida en cuanto a servicios de salud y alimentación: “No tengo queja del centro, tanto su comida, como cuando se llega a poner enferma, todos le atienden”.

Reconoce que tener un hijo dentro de la prisión es un proceso doloroso, sobre todo porque tiene que practicar el desapego.

“Duele, tienes que desacostumbrarte de ella, y más que uno no es de aquí”.

Asegura que con su primer hijo no ocurrió así porque la familia que lo adoptó temporalmente le llevaba al menor cada semana, es decir, no convivía con ella todos los días, a diferencia de Victoria, de quien no se ha separado desde que nació.

Victoria cumplirá tres años y se reunirá con su hermano Alejandro, de seis, el próximo año y lo más seguro, es que su mamá pueda verlos dentro de 19 años, cuando ambos ya sean personas adultas.

“Estaba viendo un licenciado para pedir reducir la pena, mis hijos sólo dependen de mí, la persona con la que me involucraban ya salió libre, yo estoy sentenciada por falta de un licenciado, pero no tengo la manera, no tengo un abogado”..

El director del Cereso de Chetumal, Hugo Silva Solórzano, explica que, en caso de que las internas no tengan familiares para entregar a los menores al cumplir los tres años, las autoridades deben dar vista a la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia, y son ellos quienes indagan a qué familia directa pueden entregar la guardia y custodia, en el tiempo en el que se resuelve la situación jurídica de la madre.

Explica también que la ley enuncia una salvedad de los tres años en aquellos casos en los que se requiera atención especial, como lo representa una discapacidad, si así lo determina un juez de ejecución.

La directora de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad, Gabriela Nava García, precisa que en el Centro de Reinserción de Cancún se encuentran otros cuatro menores, tres niñas y un niño, todos menores de tres años.

En el caso de que el DIF asuma la tutela de los niños -si no hubiera una familia cercana- esta instancia se encarga también de las visitas a las madres, que es parte del protocolo.También te puede interesar: 

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Edición: Ana Ordaz 


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