La maternidad debe ser deseada, no una obligación: entrevistadas

Madres reflexionan sobre lo complicado y duro que es ser mamá
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Especial: Abanico de maternidades

Los siguientes testimonios son de mujeres que comparten experiencias y reflexionan sobre lo complicado que ha sido el ser madres, dejan a un lado ese discurso romántico, alejado de la realidad, de que ser madre “es el mejor trabajo del mundo” o que “no hay nada más hermoso que ser mamá”. Si bien, aclaran que aman a sus hijos más que a nada en el mundo, se sinceran y afirman que el camino ha sido complicado; han dejado sueños, metas, o éstas se demoraron más de lo planeado. Coinciden en que no volverían a pasar por este proceso.

Las entrevistadas, a quienes se les cambió el nombre a petición de anonimato, comentaron que sus hijos no fueron planeados, la mayoría eran jóvenes y por miedo a que ser juzgadas, falta de información o redes de apoyo, decidieron tener a sus hijos. No obstante, otras señalan que la misma sociedad las orilla a tener el producto, como una especie de “culpa” o castigo que deben cargar por su supuesta irresponsabilidad.

A su vez, coinciden en que se juzga más severo a las madres -principalmente la misma familia- que a los padres, quienes suelen estar más ausentes; sobre todo por la manera en que crían a sus pequeños, o porque se dan un tiempo para divertirse, las tildan de “malas madres”, pues su obligación primordial debe estar siempre al cuidado y pendiente de su prole.

Para Laura, la primera entrevistada, cuando era más joven no había más opciones que casarse y tener hijos; no tenía la posibilidad de estudiar alguna carrera o aprender algún oficio, ya que lo poco que tenían sus padres lo destinaban a sus hermanos, aunque ninguno logró culminar una carrera.

En algún momento pasó por su mente ser maestra, pero este pensamiento se fue desvaneciendo con el paso del tiempo, con la llegada de los primeros hijos, admitió desde la sala de su casa, mientras cocinaba frijol con puerco, plato favorito de su nieto. Se casó y al poco tiempo tuvo su primer hijo -cuando apenas rebasaba los 20 años-. De ahí, su rol principal fue ser madre, cuidadora del hogar y ahora es abuela; sin embargo, subrayó que le hubiera encantado dedicarse a la docencia.

Laura ayuda a su nieto con las tareas y la escuela en línea. “Al menos le puedo enseñar a leer y a multiplicar, aunque ya me cuesta más trabajo”, indicó entre risas.

Leti, otra entrevistada, comentó que ella tuvo a su hija cuando tenía 25 años. No fue planeada, en ese momento no pasó por su mente el aborto por prejuicios que ella misma cargaba, pues recibió una educación que considera malas estas acciones.

Su vida cambió por completo, primero sus intenciones de estudiar una maestría fuera de México se truncaron; ya la habían aceptado en tres escuelas, pero hasta el momento no ha podido hacerlo. “Son planes que, por lo menos ahora, no podría retomar porque sí pienso muchas cosas, el ofrecerle algo fijo a mi hija”, expresó.

 

Preocupación constante  

Además, Leti mencionó que desde que nació su hija su vida ha sido una preocupación firme, algo que ha sido muy agotador -física y mentalmente- y estresante; una paz y tranquilidad que no podrá sentir de nuevo, o al menos en un largo tiempo. “Estoy constantemente preocupada, ya no vuelves a estar tranquila, porque siempre hay algo de que preocuparse; en temas de salud, seguridad física, económica, emocional. Esa carga de estar presente siempre para ella”, subrayó. 

Ella consiguió un trabajo fuera de Yucatán para poder mantener a su hija, sólo así podría ganar más de lo que le ofrecen en el estado, además le sirvió para alejarse un poco de los prejuicios; sin embargo, su misma familia le ha recriminado de que “ningún trabajo vale para estar lejos”, o que “no es justo para su hija crecer alejada de su familia”.

Como si por ser madre, señala, perdiera el derecho a realizarse profesionalmente.

 

Falso amor a primera vista  

A Leti le comentaron que cuando tuviera a su bebé en sus brazos iba a conocer el “verdadero amor e iba a despertarse en ella un instinto materno, una conexión inmediata y especial”, pero confesó que esto no fue así. “Nació, vi mi hija y dije que es una personita que me necesita, pero en ese momento no sentí ese amor, esa conexión y lazo automático que me dijeron que sentiría”, platicó. Ese amor se fue formando con el paso de los días, y posteriormente pudo decir “sí daría mi vida por esta persona”.

 

Instinto de superveniencia  

Para Alejandra, otra madre, más que este instinto maternal, ella experimenta uno de supervivencia. Estar pendiente todo el tiempo de que no le puede pasar nada a ella porque esta persona, su hijo, depende de ella, y tampoco le puede pasar nada a él porque es un ser vivo. “Tengo que cuidarlo porque está expuesto en este mundo que es malo”, comentó.  

Su hijo tampoco fue planeado, se enteró de que estaba embarazada cuando el producto tenía cinco meses de gestación y era menor de edad. Dejó la escuela, sus padres ya no le quisieron pagar los estudios de la preparatoria y hasta la fecha, no ha podido retomarlos.   

Perdió contacto con sus compañeros, ya no podía salir a reuniones o actividades que suelen hacer los jóvenes a esa edad. Si bien, sus padres la apoyaron en todo momento, ella tuvo que trabajar y junto con el padre de su hijo se encargó de todos los gastos que se requieren en el cuidado de un niño.

La entrevistada comentó que sin duda las personas juzgan más a la madre. Por ejemplo, recientemente, al quedarse sin trabajo y sin un sustento económico seguro, su hijo se fue a vivir con su padre; sin embargo, escucha una voz constante que le dice que los abandonó, que es una mala madre, principalmente de sus familiares cercanos, señaló.

Además, cuando el menor empezó a crecer y tuvo tiempo para salir de nuevo a divertirse un rato, también fue criticada, no la bajaron de irresponsable; pero si el papá hace lo mismo, nadie le dice nada, o no con la misma intensidad, expresó.

En retrospectiva, afirmó que sí le hubiera gustado estudiar una licenciatura, educación hubiera sido la carrera perfecta y con la experiencia e información que ya tiene, no hubiera tenido a su hijo. “Suena egoísta y me dicen que no lo amo por pensar eso, pero esto no demerita ese amor que siento ahora”, comentó.  

Muchas mujeres deciden tener a sus hijos, a pesar de no tener los recursos o no estar preparadas emocionalmente, pues creen que deben cargar con el embarazo porque “es lo que les tocó vivir”, y saben que no las van apoyar, sino las van a juzgar, subraya.

El caso de Laura es similar: tuvo a su hijo cuando tenía 19 años y su embarazo no fue planeado; no obstante, ha recibido en todo momento el soporte económico y emocional de su madre, lo que le ha ayudado mucho para poder desarrollarse en varios ámbitos. Si no hubiera sido por esto, seguramente no habría podido terminar la escuela y trabajar desde temprana edad, contó.

El instinto materno no existe, afirmó sin temor, tampoco ser mamá es el mejor trabajo del mundo. “Sí me gusta ser madre, pero no quisiera tener otro hijo”, reveló.

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Señaló que sabía que en ese momento no tenía nada para ofrecerle a su hijo, en el aspecto económico, sobre todo, pero al no tener suficiente información, aunado a la presión social y del médico, decidió tenerlo.  

Comentó que cualquier decisión que ella tome “tiene que estar pensada” y planificada en no perjudicar a su hijo, pero la vida del padre continúa de otra manera, no está incluido su propio hijo. “Él puede no hacerse cargo y no recibe el mismo castigo social si yo decido un día irme de fiesta; puede no estar presente y no hay una repercusión social como la habría si yo fuera una madre ausente”, expresó. 

En conclusión, las madres recomiendan a las mujeres planificar correctamente el tener hijos, que no sólo por el hecho de ser mujer deben ser madres, pues la maternidad debe ser planeada, deseada, no impuesta; no es una “culpa” que se deba cargar. 

 

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Edición: Estefanía Cardeña
 


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