No, mi mamá vive acompañada con una enfermedad llamada depresión (además de otras). Pero mi mamá no es depresión, así que no soy hija de la depresión, soy hija de mi madre.
Soy la más pequeña de tres que nos enteramos, al mismo tiempo, pero no a la misma edad, de que nuestra mamá comenzaría a ser diferente porque una enfermedad había llegado a su vida… Y, por tanto, a la nuestra.
Yo no recuerdo mucho de mi mamá antes de que la enfermedad llegara a su vida, pero la miro en fotos y me llena el corazón verla tan llena de vida; con los ojos brillantes y una enorme sonrisa, no es casualidad que mi hermano mayor y mi papá así la describan, e incluso así lo haga ella misma.
Y eso no quiere decir que ahora no sonría o no se ría o no la pase maravillosamente bien algunos días, porque precisamente uno de los mitos de la depresión es que las personas solamente están tristes todo el día, en todo momento; pero cuando la ves de cerca, te das cuenta de que no es así.
Algunos “te quiero” sin responder al final de la infancia, muchas discusiones e incomprensiones cuando mi adolescencia llegó fueron parte del camino para conocer a la acompañante de mi mamá; muy difícil me fue comprender por qué yo tenía que entender a mi mamá y no ella a mí… ¡Si ella era la mamá!... Cuánto tiempo la castigué por eso. Sin darme cuenta, por supuesto.
Mientras escribo esto un nudo comienza a formarse en mi garganta y agüita salada intenta inundar mis ojos, pues recuerdo muy bien mi falta de empatía, la cual no me recrimino, pues quizás era muy chica para comprender algo que ni siquiera ella entendía aún.
Cuando la depresión llega a la vida de alguien que está a tu lado y amas con todo tu corazón, no puedes entender qué pasa, por qué ya no tiene ganas de hacer lo que antes le encantaba, por qué no quiere compartir contigo.
Para mi hermana, ver la depresión en mi mamá es querer contarle algo esperando tener su atención e interés y darse cuenta de que en ese momento prefiere estar en su tableta o viendo televisión, “y es difícil estando en edad de prepa entender por lo que realmente está pasando tu mamá porque es algo que, puedes tener una idea de lo que es, más no muy clara de lo que se trata en verdad; ya que es una situación que físicamente no se nota en algunas ocasiones”.
Y es que no es una enfermedad que se mire desde fuera, desde los ojos de mi hermano “desde que inició la enfermedad a la fecha es como si hubieran cambiado a mi mamá […] era una persona con mucha energía, muy positiva, amigable, proactiva y hoy en día le cuesta mucho trabajo mostrar sus sentimientos”.
Aunque desde que fue diagnosticada el especialista le dijo que su temperamento, su forma de ser y tratar a las demás personas cambiaría, él cuenta que al principio no era perceptible y no entendíamos lo que pasaba.
La mira como una persona que lucha constantemente, aunque hay días en los que los factores externos hacen que sea más difícil, “por ejemplo, un día nublado le afecta demasiado, como que le baja la pila, pero realmente nos ha marcado a los tres”.
Mientras todo este proceso ocurre, quisieras poder tomarla de los hombros, entre tus manos, y sacudirla fuertemente para ver si todo eso se esfuma y puede liberarse, pero no es así; a veces la depresión es una etapa de la vida y después se va, pero para mi mamá no es así, ella vive con esto de manera “orgánica”, por la falta de producción de serotonina en su cuerpo, así que llegó para quedarse.
En muchas ocasiones castigamos a las personas que viven con depresión como si fuera su culpa, como si alguien les hubiera preguntado si quisieran vivir con desánimo, debilidad, cansancio… Pero no es así. Y también es importante que estando alrededor nos preparemos y acudamos a terapia porque, aunque no podemos cargar el peso de otras personas, podemos ser una mejor compañía y no ahogarnos junto con ellas.
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