¿Por qué son incorrectas las relaciones afectivas entre docentes y alumnado?

Especial: Clases sin acoso 

Aunque ya no exista la comisión de un delito, por tratarse de una relación erótico afectiva consensuada entre dos personas mayores de edad, especialistas advierten que un vínculo de este tipo entre personal docente de las instituciones de educación superior y el alumnado representa una asimetría de poder y se trata de una relación desigual.

A raíz del movimiento #MeToo, en escuelas de todo el país salieron a luz diversos casos en los que docentes sostenían relaciones sentimentales con el estudiantado bajo el escudo de que, al no ser menores de edad, ya pueden decidir con quién relacionarse. Sin embargo, dentro del abanico de denuncias, muchas personas afectadas identificaron que sus parejas aprovecharon su posición de poder y su privilegio para consumar el encuentro.

Para Michelle Gama Leyva, del programa de doctorado en Estudios Críticos de Género de la Universidad Iberoamericana, las relaciones entre profesores y alumnos no cumplen con las condiciones del consentimiento por el contexto desigual que vive cada persona.

“El gran argumento de los profesores cuando tienen relaciones erótico afectivas con el alumnado es justamente que no son menores de edad y que no hubo ni violencia física, ni violencia sexual, ni violencia de ninguna índole y que todo fue consensuado; pero aquí hay una asimetría de poder y siempre que hay una asimetría de poder no se cumplen con las condiciones para el consentimiento, que es la voluntad explícita en igualdad de condiciones de personas que quieren llevar a cabo una relación, un acto sexual o una práctica.

“No hay igualdad de condiciones, incluso aunque no tome clases con él o ella, esa persona es docente y la otra parte es comunidad estudiantil. La asimetría de poder también se manifiesta en que los estudiantes pueden sufrir represalias si terminan la relación o pueden obtener beneficios si la mantienen”, explica Gama Leyva, también ex titular del Comité de Atención de la Violencia de Género de la Universidad Iberoamericana.

La Ley General de Educación Superior, en su artículo 43 establece que las instituciones de educación superior deben ser espacios libres de todo tipo y modalidad de violencia, en específico la de género, y de discriminación hacia las mujeres, situación que se estaría pasando con alta si las escuelas consienten una relación profesor-alumno.

En el caso específico de las relaciones entre docentes masculinos y alumnas, el problema es todavía más grave, advierte Nelly Lucero Lara Chávez, académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.

La especialista explica que, bajo los estándares del patriarcado, a las mujeres se les enseña a socializar desde la desigualdad y a los hombres históricamente se les impulsa a tener vínculos en los que tengan el poder.

Por ello, es muy común que una mujer acceda a tener un vínculo con un hombre de mayor edad, mayor poder económico y que represente una figura poderosa.

dan vínculos armoniosos, porque la desigualdad ni siquiera provoca el diálogo; es más fácil que las desigualdades provoquen el conflicto o en todo caso la opresión o la subordinación de estas mujeres”, advierte.

Falta cuestionamiento 

Y bajo estos estándares patriarcales que todavía son aceptados socialmente, los hombres aprovechan sus privilegios y no reflexionan sobre las relaciones igualitarias, coinciden ambas especialistas.

“Más allá de lo legal, hay una cuestión ética que no está siendo reflexionada desde la masculinidad. Estos hombres mayores que se vinculan desde su poder y autoridad con las mujeres pareciera que no les interesa el hecho de que puedan dañar a una persona que, aunque no es menor de edad, sí es menor que él. El feminismo ha encontrado que los privilegios patriarcales de los hombres les otorgan beneficios en los cuales no sienten culpabilidad; se sienten empoderados y mientras ellos no renuncien a sus privilegios se seguirá pasando por alto la ética”, comenta Lara Chávez.

Una de las soluciones que Michelle Gama propone es que las relaciones esperen a tener otro contexto.

“El docente podría esperar a que sea ex alumno o ex alumna. También se puede suspender la posición de cualquiera de las dos personas mientras se lleve a cabo la relación (por ejemplo, darse de baja del ciclo escolar)”, comenta.

Michelle Gama señala que muchas veces las personas afectadas no denuncian estas relaciones aunque se den cuenta de que fueron abusiva o violentas precisamente por el lugar que tiene el personal docente en la comunidad, con mayor jerarquía.

“Por supuesto que hay un problema de poder porque si yo quiero terminar la relación y puedo ser afectada en calificaciones, en búsqueda de trabajo… hay ahí un riesgo latente por la desigualdad de condiciones”, comenta.

Corresponde a las instituciones educativas verificar sus protocolos y el cumplimiento de los mismos para que las aulas efectivamente sean entornos seguros para toda la comunidad. 

Las especialistas señalan que es responsabilidad de las autoridades educativas sancionar este tipo de relaciones desiguales, que si bien no representan la comisión de un delito, deben ser revisadas por un órgano interno de control y finalizar con una sanción administrativa para quien aprovecha sus privilegios.

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Edición: Ana Ordaz