Desde la primera salida al mar sabes si tienes madera de pescador: 'Xulá' Dzib

Especial: Los frutos del mar

"Tenía seis años cuando mi viejo me dijo que iría con él a la mar, no entendía que me iba a despertar a las 5 de la mañana para arreglarme, ayudarle con lo que íbamos a desayunar y comer mientras estábamos en medio de la nada, pero ver cómo sacaba el cazón del mar hizo que me quedara enamorado y con ganas de regresar al día siguiente, ya no me llevó porque decía que le estorbaba, pero desde chamaco sabes si tienes madera de marino”, esa fue la percepción de Don Román Dzib, mejor conocido como Xulá en el muelle del Camino Real en Campeche.

A 50 años de ese primer viaje, Xulá dijo que no quería lo mismo para sus hijos, por ello, ellos están dedicados a la escuela, y sí lo ayudan de vez en cuando en algunas cosas del oficio, pero su única obligación es estudiar, dijo entre risas.

Por cuestiones de pandemia, prefirió una llamada, dijo: “Yo sé que te había dicho que fueras al muelle, tengo bastantes cosas que hacer, pero también no quiero arriesgar a nadie mientras tenga síntomas del 'bicho', así que mejor un telefonazo, total que contigo hay confianza”.

Román Dzib tiene 56 años y aún recuerda ese primer viaje con su papá, aunque dijo que no está seguro si entorpeció el día o realmente le estorbó como le contó años después, pero aseguró que él no sólo lo disfrutó, sino que sintió paz, como que algo le decía que había nacido para que aprovechara “las bondades del mar” y dedicara su tiempo a aprender el arte de la pesca.

“Fíjate que he visto de todo, e intenté también la pesca de altura, pero no es lo mismo, me gustó más mi lanchita, el gareteo, ir y venir el mismo día, ver a mi familia y disfrutar de mis hijos; sé que mis compañeros de altura disfrutan su trabajo, si no ya lo hubieran dejado, pues irse por un mes o semanas no es fácil, pero cada quien está adecuado a su forma de trabajo, y yo encontré mi lugar en la pesca de ribera, a mar abierto o en la costa, mientras anduviera en el mar nada importaba”, relató emocionado.

Aún sale a pescar, “alguien tiene que traer la comida a la casa y no quiero ser un inútil, sí, mis hijos están por terminar sus carreras y ya trabajan, pero mientras yo pueda darle de comer a mi esposa y a mi perro, mis hijos podrán estar despreocupados por ayudarnos, y de ser posible, ni será necesario que nos ayuden”, afirmó.

Agregó que le ha tocado irse por dos o tres días, cuando hay temporada de cazón entre los meses de abril y mayo; para que sea redituable un pescador sale a mar abierto por algunos días para que traiga al menos 100 kilos de producto, “ya sabes, no todos quieren pagar el mismo precio y para que haya ganancia vendemos un poco a unos y a otros y así hasta recuperar nuestra inversión de la gasolina que sigue siendo cara, y luego la ganancia”, dijo.

Sin entrar tanto en detalles, mencionó que el sector tiene muy mala fama por el pasado, y es que muchos critican a los líderes pesqueros, a los agremiados y a las cooperativas pesqueras cuando señalan o manifiestan que la temporada de captura ha sido mala: cuando hubo abundancia los hombres de mar celebraban casi todos los días de ser posible, de ahí la mala fama de que son alcohólicos, dijo.

“No lo puedo negar, en los muelles hay rastros de que tomábamos mucho, pero ya no es así, hace años había buenas capturas de todas las especies, es más, si nosotros los de ribera queríamos camarón, no lo comprábamos, bastaba con acercarnos a los muelles, lanzábamos las atarrayas y sacábamos de cuatro a cinco kilos de camarón en unas dos o tres horas; el mar del Golfo era rico en especies, pero poco a poco la sobreexplotación y la depredación han causado problemas”, afirmó. 

Agregó que vendían bien el producto y la gasolina estaba mucho más barata, por eso siempre “quedaba para beberse unas cervezas” con los amigos en los muelles; reiteró que hoy ya no es así, pues la producción ha bajado y, mientras, los combustibles continúan aumentando su costo al público.

“Aun así, es un oficio noble, el que tiene la fortuna de ser dueño de su lancha y motor, sale sólo a pescar su comida del día para él y su familia y listo, el problema es que hay algunas temporadas donde si no nos dedicamos a otra cosa u oficio, no habrá para invertir en nuestras herramientas. Por ejemplo, la temporada de pulpo: si no hubo chamba de albañil o carpintería, debo pedir prestado para comprar jimbas, cordeles, plomos, carnada y gasolina”, contó.

Finalmente, dijo que este año tratará de celebrarlo porque tiene vida, porque la temporada de pulpo que terminó en diciembre estuvo buena en comparación con los últimos 10 años, y porque sus hijos están por terminar de estudiar, “porque hay que agradecerle a la vida, pero más al mar por darnos de comer".

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-Tu juunal, yéetel ich éek’jolch’e’ene’, ku ki’iki’ máan chuk kay Nelly, tu méek’tankaajil San Felipe

Edición: Estefanía Cardeña