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Jairo Magaña
24/10/2024 | San Francisco de Campeche
Ni la Secretaría de Desarrollo Agropecuario (SDA), ni la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) de Campeche tienen antecedentes o alguna agenda de chicleros o representación de agrupaciones de estas, a pesar de que décadas atrás el municipio de Escárcega fue fundado como uno de los pueblos crecientes gracias a la actividad chiclera en esa zona.
Dicha actividad se repartía, además de Escárcega como mayor productor, entre los municipios de Calakmul y Champotón, donde se encuentran reservas de zonas forestales en el estado, y donde hoy se pueden encontrar aún algunos árboles de Chicozapote o chicleros desperdigados por las parcelas que aún están en protección, lejos de las zonas de cultivo.
Candelario Vargas Aké (q.e.p.d.) fue testimonio de los últimos chicleros de Champotón, por ejemplo. Con la firme visión de la frase “la vida de rancho es para el rancho”, el ex chiclero se la pasaba en su rancho en las cercanías de la comunidad Felipe Carrillo Puerto, a 80 kilómetros de la cabecera municipal, ahí estaba toda la semana, y solo llegaba a ver a su familia los fines de semana para dejar el dinero a su familia de los kilos de chicle vendidos.
La década dorada de la explotación del chicle en Escárcega, y los municipios mencionados, fue a principio del Siglo XX, sin embargo, aún se conservan algunas comunidades tratando de mantener las actividades chicleras.
Hoy, apenas y unos cuantos ejidatarios dedicados a la agricultura, y unos cuantos menos al turismo, ocupan la actividad chiclera como una actividad turística, como la familia Reyes en Miguel Colorado, Champotón, quienes en una variedad de actividades que ofrecen a sus huéspedes, está el senderismo con observación de aves, y al principio de la travesía, hacen una demostración de la extracción de la resina del árbol de Chicozapote que posteriormente se convierte en el chicle natural.
La familia Reyes, adherida a una organización de comunidades con turismo rural, es propietaria de un complejo con cabañas usadas para vacacionar por varios días o un fin de semana; dentro de sus productos turísticos están las excursiones a diversos atractivos, como los cenotes Agua Azul y Los Patos, el cenote de los Murciélagos, senderismo con observación de aves y la ruta del chicle.
Este último, más que un predio infestado de árboles de Chicozapote, se trata de un espacio con algunos ejemplares de dicho árbol, donde realizan una demostración de la extracción de la resina, mientras otro integrante de la familia entrega muestras de la resina ya endurecida para que se mastique durante el camino y el senderista genere la saliva suficiente para hidratarse.
El chicle natural y orgánico es de un tono blanquecino perlado, sin olor y mucho menos sabor. Y tiene la propiedad que casi es infinito, según la explicación de los guías de turistas, quienes explican que se puede masticar por horas, guardarlo y volver a usarse hasta por años, siempre y cuando se mantenga en lugares adecuados. No así con los chicles sintéticos, que se endurecen al paso de los días y posteriormente se desintegran.
Edición: Estefanía Cardeña