Foto: Juan Carlos Pérez

En la arena Colonos de la supermanzana 89 está instalado un ring donde la lucha libre sigue viva pese a la pandemia. No con el público presente, los gritos y las porras, vive apenas con los sonidos de los cuerpos pegando sobre la lona de un grupo de luchadores que no dejan su pasión y siguen entrenando por las noches después de que cada uno tiene su actividad laboral para sacar adelante a sus familias.

Un día de estos estuvieron Rey Espartano, Invencible Junior y Átomo, tres luchadores enmascarados que encuentran en esta expresión de la cultura mexicana una fuga, una personalidad, un respiro.

Rey Espartano, de Chetumal, pero formado en Cancún como luchador, inició en el 2015 en la arena Revolución, apadrinado por Corsario Junior, cuando se enamoró de este deporte a los 27 años, después de no creer que fuera realmente un deporte hasta que empezó a entrenar tras una lesión en el fútbol, cuando a los 24 años se le rompió el Tendón de Aquiles.

En los entrenamientos lo retaron y vio cómo deben prepararse en el ring y entonces ya con un año y ocho meses de entrenamiento tuvo la oportunidad de debutar.

Él es un funcionario público en Benito Juárez, su personalidad ahí debe ser amable; hace unos años estaba estudiando administración de empresas, también es instructor de gimnasio, pero en el ring es rudo, con una máscara que le significa asumir otra personalidad, parte de esa cultura tradicional donde también los espectadores se transforman, se convierten en luchadores.

Invencible Junior, luchador técnico, quien debutó el 25 de noviembre del 2003 en Playa del Carmen, de la mano de su padre, El Invencible, y del Arcángel y El Corsario Junior, tuvo problemas para debutar porque era muy joven, estudiante de secundaria, hasta que un día en una pelea en un centro ubicado en la avenida López Portillo fue rechazado, pero después no de mucho tiempo se catapultó.

Prácticamente el sueño que cualquier adolescente tiene se convirtió para él en una realidad: un día, al salir de clases de secundaria, empezaría como luchador; recibió un llamado para comenzar como sustituto y al final llegó el titular, no pudo, pero después lo llamaron y entró como luchador local en una función de la AAA en la Plaza de Toros.

Hicieron una función donde peleó para la AAA y de ahí lo empezaron a llamar, y El Invencible Junior se la rifó, como él dice; de ahí fue a la Ciudad de México, donde el sueño de ser luchador tomó fuerza hasta que tuvo un accidente…

De regreso a la península, poco a poco, gracias a este deporte superó las consecuencias de su accidente, superó la secuela y quedó marcado su camino para dejar huella.

“Para mí es más que un deporte, he tenido lesiones y esto me llena de vida, es un estilo que para mí es todo, si le metemos más amor sería mejor la lucha en el sureste de México”, aseguró.

Para Invencible Junior se trata de honor, disciplina y respeto, porque la carrera termina en cualquier momento, y por ello cada quien debe salir al 100 por ciento para que valga la pena el boleto hacia los demás y hacia uno, cada día que amanece.

Existen -dice- seudo luchadores, hechos al vapor, pero en Cancún hay buenos, el problema es querer sólo ganar dinero y para ello los que aman esta práctica, este deporte, se debe mantener el nivel.

Tan es así que una de las luchas memorables fue luchar contra su padre, Invencible, por unos minutos dejaron de ser papá e hijo y todo terminó con un golpe de silla en la cabeza, el padre fue el lesionado, diez puntos…

“Profesionalmente me ganaste pero nos enfrentaremos a un mano a mano, y a raíz de ello el siguiente cartel fue: Invencible vs Invencible Junior, se rompieron y lucharon, vinieron los gritos de lo vas a matar, al término, un gran espectáculo”.

El Átomo, el tercer luchador de los que llegan a entrenar a esta arena, se transforma. Usar una máscara lo convierte, es la magia de ser alguien más, a quien tienen que vencer a la primera es él, es el rival, entrenado por Corsario Junior.

La pandemia le dio fuerza para mantener a su familia, y el espíritu ha sido para saber meterse en un ring con la conciencia de que nadie sabe quién es.

Eso le ha dado valor para organizarse e ir a entrenar, armar el ring, hacer eventos, lograr el escenario para luchar, para escuchar gritos, para sentir los golpes, para correr en el cuadrilátero con una máscara inspirada en el filme Ghost Rider, y Átomo, personaje de la película Gigantes de Acero.

Los tres coinciden en que hay una convicción basada en el sentimiento, en la sensación de estar entre las cuerdas con un secreto bañado de sensación de héroes.

 

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Edicicón: Ana Ordaz


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