El sábado pasado Genoveva Herrera García pasaba el día, como habitualmente lo hace, en su casa, una humilde vivienda hecha de lámina de zinc y madera, en el rancho Cascabel, al sur del municipio de Solidaridad. Un ruido llamó su atención y se asomó a ver: frente a su hogar comenzó a instalarse maquinaria pesada que de inmediato comenzó a abrir una brecha que, después supo, se trataba del trazo del Tren Maya.
Al acercarse a preguntar, una persona a quien identifica como un ingeniero de la obra le comentó que ya tenían los permisos para iniciar la remoción de vegetación. A sus vecinos de enfrente les dijeron que iban a demoler su casa, igualmente hecha de material endeble, por lo que estos optaron por desmontarla y poder así reutilizar los materiales en otro punto.
“La desbarataron ayer, antes de que se la llevara la máquina mejor levantaron sus láminas”, señaló la señora, quien tiene ya 11 años con ese terreno de 15 x 15 metros que habita desde hace siete meses.
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Resignada, indicó que ya sabe lo que le espera al lugar que ahora habita: “Si, se la van a llevar (su vivienda), me tienen que reubicar, de otra manera no puede ser, si no ¿dónde voy a vivir? Nadie ha venido, pero cuando vengan a ver cómo me arreglo con ellos”.
Para llegar a este lugar hay que entrar por una brecha a la vera de la carretera federal en el tramo de Puerto Aventuras a Akumal. Es un camino de terracería por el que circulan principalmente motos y camionetas. No hay un poblado establecido como tal, se trata de casitas como la de Genoveva repartidas a lo largo de la vía, cada dos o tres kilómetros.
Vivir aquí es una opción para aquellos que no consiguieron un espacio cerca de la ciudad; tienen sus propios pozos para extraer agua y algunos, como la entrevistada, venden abarrotes o refrescos para sobrevivir. “Nos buscamos la vida”, comentó.
Genoveva aseguró que hasta hace unos días el Tren Maya para ella era algo lejano, que incluso dudaba que se fuese a realizar: “ya lo veo en serio… dicen que no tienen permiso, pero si te pones a pelear con el gobierno qué vas a hacerles, si son los que mandan”.
Lo que más lamenta, se sincera, es el haber gastado sus ahorros en comprar blocks para hacer un cuarto de material, que construyó junto a su casita de lámina, al que pensaba pasarse a vivir para mayor seguridad, sobre todo en temporada de huracanes y que ahora seguramente será demolido.
Sobre su vivienda, mencionó que las láminas de zinc “se andan cayendo, pero ya no quiero arreglar nada, porque ¿para qué? Tienen que venir (el personal del gobierno), no sé cuándo, a la mejor al rato o mañana”.
Edición: Laura Espejo
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