Es curioso pensar en cómo algunas fechas que fueron establecidas para conmemorar un mismo elemento, al final terminan, en su mayoría, enfocadas a un contexto basado en la percepción y como consecuencia de ello, en ponderación.
No es casualidad que el Día Internacional de las Lenguas Maternas, cuando menos en México, esté sumamente vinculado y, por poco, dedicado a las 68 lenguas indígenas del territorio, como si habláramos de dos términos inherentes, sin necesariamente serlo para todas las personas, pues se entiende como lengua materna aquella que fue el primer idioma aprendido para comunicarnos y expresarnos.
Si consideramos lo que implica, cuando menos en territorio mexicano, ser hablante de una lengua hegemónica, en contraste con otra que no lo es, podríamos relacionar o tener una idea del estatus y, quizá, hasta la identidad de los hablantes; independientemente de si es erróneo, o no, este nexo. No por nada las actitudes lingüísticas han permeado en los hablantes de diversas maneras a lo largo de la historia.
Entonces, bajo la lógica de que existen esos estatus lingüísticos, se han ido reforzando figuras de poder que son ejercidas a nivel sistémico, casi orgánico, y cotidiano dentro de los diversos espacios sociales y poco se habla de lo que generan emocionalmente estas coyunturas en los hablantes.
Por años, a los hablantes de lenguas minorizadas, las “no oficiales”, -a pesar de que México no reconoce a ningún idioma bajo esa categoría-, se les prohibió y hasta se les castigó metódicamente por hablarlas en espacios públicos, como escuelas u hospitales; era, y en ocasiones todavía es, razón de burla hacía aquellos que, a través de fonéticas diversas nombramos a un mismo mundo desde otras realidades.
¿Cómo curar corazones dolidos, lastimados y avergonzados por hablar la lengua materna, cuando esta no es hegemónica ni dominante?, ¿Cómo sentir ese orgullo del que tanto promueven las instituciones por enunciar aquello que durante años ha sido penalizado?, ¿Cómo poder celebrar la diversidad lingüística con emociones genuinas de los propios hablantes?, ¿Cómo dejarnos saber que nuestras lenguas son espacios seguros, lejos del racismo y la discriminación?
Podría suponer que las respuestas están más allá de la conmemoración de un día y del orgullo de ser hablante de una lengua minoritaria, pues, para muchas personas ha significado llevar el sello de una condición no deseada.
Sueño, utópicamente, en poder vincular mi lengua materna -y minorizada- a una celebración que me dure los 365 días del año, en donde tenga como invitados a todos los individuos que comparten el mismo territorio y sirvamos como plato fuerte la diversidad sin prejuicios lingüísticos; donde cada quien pueda recibir la rebanada de un pastel preparado con seguridad como ingrediente principal por nombrar al mundo como lo hacemos y que, como en toda sala de fiestas, convivamos como hablantes celebrando la musicalidad de cada idioma.
Les invito, pues, a mi fiesta perpetua y hacer de ella un espacio seguro para hablar nuestras lenguas.
A. Sasil Sánchez CH.*
Editora y poeta del Sur de Yucatán y hablante del mayat’aan.
En la conmemoración del Día Internacional de la Lengua Materna, La Jornada Maya ofrece a sus lectores el especial Semilla Perpetua, léelo a continuación:
-Lenguas indígenas, ¿con futuro?
-U náayil t’aan: ka yanak uláak’ bix u k’iimbesa’al jejeláas juumo’ob
-Todos los días deberían ser 21 de febrero
-Pandemia detuvo enseñanza de lengua maya, pero ya va en recuperación: Indemaya
-La península de Yucatán está arriba de la media nacional en lengua indígena
-Mantener viva la lengua es conservar la humanidad: Hilario Chi Canul
-Educación multilingüe, vía para mantener el habla de las lenguas: Faviola Canché Ay
-Certifican en lengua maya a servidores públicos de Quintana Roo
-Insuficiente la labor de rescate de lengua materna en Campeche: antropólogo
Lee, por recomendación del editor:
Sasil Sánchez engalana billete de la Lotería Nacional por el Día Internacional de la Lengua Materna
Edición: Estefanía Cardeña
Los atacantes no han sido detenidos
La Jornada
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Ana Ramírez
Con vistosos colores, servirán para orientar a los visitantes
La Jornada Maya