Break dance, movimiento que aleja de pandillas

Especial: Hip Hop, abrazo cultural
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Desde hace décadas, ciertos parques de Mérida han sido escenario de álgidas batallas de break dance entre b-boys. Con sus pasos, los crews han buscado demostrar su superioridad al bailar organizando encuentros entre los barrios más bravos de la ciudad. Irónicamente, esta disciplina -una de las cuatro del hip hop- ha contribuido a alejar a cientos de jóvenes de drogas y pandillas. 

Israel Cervera, mejor conocido como b-boy Carlton y representante de Karma Crew, ha bailado break dance desde 2002, pertenece a la segunda generación de exponentes de este elemento y en el parque de la colonia Azcorra, uno de los puntos “obligados” para quienes se interesan en él, platicó con La Jornada Maya sobre la evolución de este movimiento. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

“Empecé a bailar luego de ver a otros hacerlo en el primer año de secundaria, en ese entonces tenía 13 años; hoy tengo casi 37”, sentenció este hip hopero para quien el baile no conoce de edades ni condiciones de cualquier índole. 

La primera generación, explicó, está conformada por tres personas que aún practican: Caballo, Jonathan y Robocop. Ellos iniciaron con esta actividad en míticas discotecas de Mérida tales como Vatzya, Khalia y Coliseum, las cuales estaban de moda a principios de los años noventa. 

Luego de que, según consideró Israel, se perdiera parcialmente la esencia del break dance, surgió la segunda generación en la colonia Industrial. Eran tiempos en los que abundaban las pandillas en la capital yucateca. La escena de break dance en Yucatán ha sido un constante ir y venir de exponentes, ya que muchos al casarse, tener hijos o simplemente dedicarse a otras cosas, deciden alejarse de esta cultura; pero todavía hay quien continúa firme y mejorando sus técnicas. 

A lo largo de sus 20 años activo, el b-boy Carlton ha atestiguado importantes cambios en el movimiento del break dance local. Pese a que en 2009 dejó de competir para culminar sus estudios de ingeniería industrial, nunca lo dejó del todo. 

Han sido muchos los grupos que han emergido en diversos parques meridanos como el de la Melitón Salazar, la Mercedes Barrera y La Ermita. Algunos de ellos continúan vigentes y otros simplemente sucumbieron ante variadas circunstancias propias de la vida adulta. 

“Estamos hablando de grupos de 10 a 20 individuos. De una colonia salían dos crews y competían con otras colonias”, señaló.

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Por su parte, Ricardo Martín, el b-boy Pin, quien lleva 18 años en el movimiento, consideró que paulatinamente se ha ido perdiendo el interés en el break dance, lo que atribuyó a la proliferación de aparatos tecnológicos que ocupan la atención de los adolescentes. 

“Yo veo que ahorita los niños no dejan estar en las redes sociales, cuando antes todos iban al parque, que es en donde nos veían bailar. Dejaban de jugar su cascarita de futbol y se acercaban interesados a nosotros”. 

 

No hay fiesta sin b-boys 

Los bailarines coincidieron en que una fiesta de hip hop no es tal sin la presencia de un b-boy, pues es ahí justamente en donde deben converger sus cuatro elementos. Esta disciplina de la cultura se trata, sin duda, de una pieza fundamental. 

Comenzó como un método de las bandas rivales de los ghettos neoyorkinos para resolver disputas por el territorio. En una exhibición de bailes por turnos, el bando ganador era quien demostraba mayor habilidad y conseguía ridiculizar al oponente. 

“Ya no se agarraban a madrazos, sino se ponían a bailar; esas son las raíces del break. Al día de hoy ya es un poco más técnico”, advirtió. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Fue Dj Kool Herc, detalló Pin, quien le puso el nombre de b-boys a razón del término break, que representaba la repetición de loops de la mejor música de mediados de los años sesenta. Así fue como inició esta expresión antes de expandirse a prácticamente todos los rincones del globo. 

Israel añadió que para ser un b-boy se necesita tener muchas ganas y sobre todo pasión, pues no son pocos los que comienzan y lo dejan en el camino. También se requiere, dijo Pin, el gusto por la música que es lo que a fin de cuentas deriva en el baile. 

 

“El hip hop salvó mi vida”

 “El hip hop salvó mi vida” tiene b-boy Pin tatuado en el antebrazo izquierdo. Según contó, creció en un barrio muy violento. Además de los asaltos, desde muy pequeño aprendió “a romperse la madre” para prevenir que cualquiera que pasara “lo joda”. 

“Así se crecía antes a los morritos, y a mí me crecieron así. Cuando conocí el baile comencé a expandir mi círculo social y a viajar. Fue así que me animé a ver la vida de otra forma y aquí seguimos”, celebró. 

En el caso de Israel -quien también fue pandillero- además de las competencias nacionales asistió en el 2009 a mostrar su talento a El Salvador representando México, en el 2017 a Los Ángeles y Filadelfia; y en el 2018 viajó a Holanda gracias a esta disciplina.

 

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Edición: Estefanía Cardeña


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