Tortuga de caja, única por su hermetismo

Terrapene yucatana / LA TORTUGA DE CAJA AMARILLA

Nombre científico: Terrapene yucatana

Tamaño: De 15 a 20 centímetros

Peso: Menos de un kilo

Esperanza de vida: 25 a 30 años

Hábitat: Selva, zonas húmedas

Dieta: Insectos y frutas

Depredadores: Humanos, roedores grandes, águilas y serpientes

La tortuga de caja amarilla (Terrapene yucatana) tiene una adaptación biológica que le permite defenderse de sus depredadores: su caparazón se sella cuando está en peligro, lo que impide que accedan a ella, explica el biólogo Luis Díaz Gamboa, maestro en ciencias y director de la Red para la Conservación de Anfibios y Reptiles de Yucatán.

“Le decimos de caja amarilla por el color de la piel de la tortuga. Las hembras generalmente tienen un color amarillo muy brilloso y el caparazón tiene forma de cajita, un poco elevado del margen normal y tiene una bisagra que divide la parte interior del caparazón conocida como plastrón, entonces cuando se siente intimidada o insegura se guarda completamente allí y se cierra esa bisagra, de tal manera que es casi imposible abrir el caparazón”, detalla el entrevistado.

El plastrón es la parte ventral del caparazón de la tortuga, es decir, la parte de abajo de la concha que protege el vientre del animal y es la forma de determinar si el animal es macho o hembra. Si es macho, el plastrón es más o menos cóncavo, pues esta forma se acopla mejor a la parte superior del caparazón de la hembra en el momento de la cópula y facilita la reproducción. En cambio, los plastrones de las hembras suelen ser aplanados, por lo que se distinguen fácilmente. 

El especialista detalló que esta especie es endémica de la península de Yucatán, lo que la hace única en su tipo. Está presente en los tres estados: Yucatán, donde es más abundante, Campeche y Quintana Roo, donde se le encuentra menos. Es una tortuga de tierra que habita en la selva, principalmente en las zonas húmedas y en la selva baja espinosa, donde el suelo es muy rocoso.

La Terrapene yucatana mide de 15 a 20 centímetros (las hembras son más grandes que los machos) y pesa menos de un kilo.

Las hembras se distinguen por tener la cabeza amarilla y los machos suelen ser un poco más claros y tiene un halo color azul que rodea el ojo. También sus caparazones son de color amarillo. Las patas delanteras y traseras tienen garras que les permiten sujetarse mejor en el suelo pedregoso.

“Por eso (las garras) se mueven muy bien en la selva, no son muy buenas en el agua ya que carecen de las membranas que tienen las tortugas acuáticas entre los dedos”, indica Díaz Gamboa. En cuanto a su reproducción, son ovíparas, es decir, ponen huevos, su crianza es prolongada y es generalmente durante la primavera y el verano. Las hembras generalmente usan las patas traseras para hacer su nido, donde caben de dos a siete huevos.

A diferencia de las tortugas marinas, que pueden poner decenas de huevos en un sólo nido a una profundidad considerable, los huevecillos de la tortuga de caja quedan entre las rocas y muy cerca de la superficie (cinco centímetros); a los 90 días en promedio nacen las crías, que tienen una tasa de supervivencia de 80 por ciento en promedio por nidada: de cada siete, viven cinco. Estas tortugas tienen cuidados parentales, aunque muchas son depredadas cuando aún son crías.

“Esta especie viene de la familia Emydidae y está muy emparentada con el resto de las tortugas de la selva de aquí de la región. Esta tortuga está sujeta a protección especial por la norma mexicana y se considera vulnerable ante las instituciones nacionales. Algo importante es que la gente de la península suele comerla, está dentro de la dieta de algunas poblaciones del interior de los estados de Yucatán y Campeche”, asegura el biólogo.

Señala que se tiene la creencia errónea de que la sangre de este animal es buena para curar enfermedades respiratoria, por ello aunque tienen una tasa de supervivencia alta, los individuos adultos son normalmente consumidos por la población. Además del humano, sus depredadores son roedores grandes, aves como águilas y serpientes. A su vez, la Terrapene yucatana es controlador de insectos, los cuales forman parte de su dieta junto con las frutas. Es además dispersora de semillas mediante sus excretas. 

Menciona que actualmente trabaja con un equipo de la Universidad de Massachusetts, Estados Unidos, quienes visitan la Península de Yucatán una vez al año para colocar radiotransmisores en estas tortugas para monitorearlas durante 12 meses; por los datos recuperados se sabe que son una especie gregaria, es decir, se agrupan, “al encontrar al ejemplar normalmente encontramos más y las vamos marcando y así podemos tener un número poblacional”.

Aunque la distribución de este animal es irregular se han detectado en el norte de Yucatán unos 200 individuos y en el sur del estado, en la frontera con Campeche, 300. “Son pocos los que tenemos registrados, pero se sabe que hay más en la naturaleza”, manifiesta el experto.

La tortuga de caja también es importante para la cultura maya. Su imagen está grabada en algunas estelas y tras su muerte su caparazón es usado como instrumento musical, como un tambor, una especie de tunkul. Aproximadamente este tipo de tortugas viven de 25 a 30 años.

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Edición: Ana Ordaz